Hay muchos casos donde se pudo ver la valía de su majestad el rey Juan Carlos I, pero sin duda hay dos momentos que que marcaron la diferencia. El primero de ellos, a la muerte de Franco, con el juramento del rey de acatar los Principios del Movimiento Nacional destinados a perpetuar el franquismo en la historia. En un acto de valentía sin igual, promovió y alentó la Ley para la Reforma Política, que fue votada por el Congreso de los Diputados el 18 de noviembre de 1976 y aprobada en referéndum con un abrumador apoyo del 94%, lo que inició la Transición Española hacia la democracia, aún habiendo jurado fidelidad a las leyes del Movimiento lo hizo, fue capaz de dar un paso al frente y acabar con 40 años de dictadura de un solo golpe. El otro gran caso fue en febrero de 1981, en concreto la casi fatídica tarde del mismo día, en la votación para investir a Leopoldo Calvo Sotelo como presidente de España. En ese momento, retumbó en la Cámara Baja aquella frase que permanecerá en los anales de la historia de nuestro país, aquel "Quieto todo el mundo", que irrumpió en el Congreso contra todo pronóstico y dejo enmudecida a toda España. En esos momentos el rey estaba con dos grandes amigos: Miguel Arias e Ignacio Caro. Con ellos estaba preparando una tarde de squash, uno de los deportes favoritos de su majestad y a las 18:20 tuvo que hacer un comunicado urgente con la misma ropa de chandal que llevaba porque no le dio tiempo a cambiarse para la emisión en la que intentaría frenar a Tejero...¡Y vaya si lo haría! Su comunicado junto al ejército consiguieron lo impensable, evitar la muerte de todos y cada uno de los diputados presentes en el hemiciclo y mandar a Tejero a prisión durante muchos años.
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